En nuestro agitado entorno actual, no es raro que las personas experimenten una mayor ansiedad que puede precipitar a situaciones límite como un ataque de pánico. Uno de estos síntomas, a menudo ignorado o confundido con otros trastornos, constituye una señal de alarma que no debemos pasar por alto. El conocerlo y entenderlo puede ser un paso primordial hacia la prevención y la gestión adecuada de estos episodios aterradores.
DESCUBRIENDO EL SÍNTOMA OCULTO
La manifestación de un ataque de pánico puede ser tan abrumadora que algunos síntomas pasan inadvertidos cuando, en realidad, podrían ser claves para identificar lo que está sucediendo. Uno de estos síntomas ocultos es la sensación de irrealidad o despersonalización, donde la persona siente que se está desvinculando de sí misma o que el mundo a su alrededor no es real. A pesar de su frecuencia durante estos ataques, no se le suele dar la importancia que merece.
Este síntoma puede ser un indicador temprano de que se está gestando un ataque de pánico y, por lo tanto, actuar como una señal de advertencia clave. Ignorarlo puede llevar a interpretaciones erróneas de las sensaciones físicas que lo acompañan, lo que puede aumentar la ansiedad y el miedo. Tomar conciencia de este «aviso» es esencial para comenzar a gestionar el ataque de pánico de manera efectiva.
ATAQUE DE PANICO: ENTENDIENDO LAS SEÑALES CORPORALES
Los síntomas físicos que acompañan a los ataques de pánico incluyen, por ejemplo, palpitaciones, sudoración, temblores o la sensación de falta de aire. Son los que generalmente acaparan la atención tanto de los afectados como de los profesionales de la salud. Sin embargo, estos episodios también pueden presentar manifestaciones psicológicas como el síntoma mencionado anteriormente: la irrealidad.
La hipervigilancia hacia las sensaciones internas es otro factor que aumenta la ansiedad durante estos episodios y que puede contribuir a pasar por alto síntomas menos evidentes. La clave está en no sólo prestar atención a lo físico sino también a lo emocional y cognitivo, algo que la práctica del mindfulness puede ayudar a desarrollar.
No menos importante es el papel que juega el estrés acumulado, que puede hacer que el cuerpo reaccione de forma más aguda a las señales de alarma. Identificar y manejar el estrés diario es, por lo tanto, vital para prevenir y minimizar la intensidad de los ataques de pánico.
HACIA UNA GESTIÓN HOLÍSTICA
La gestión de los ataques de pánico requiere una aproximación integral que tenga en cuenta tanto los síntomas físicos como psicológicos. Practicar técnicas de relajación y respiración pueden ser de gran ayuda para disminuir la intensidad y frecuencia de los ataques.
Profundizar en la propia autoconciencia a través de la terapia cognitivo-conductual es, igualmente, de suma importancia. Este abordaje ayuda a las personas a entender y cambiar los patrones de pensamiento que contribuyen a la ansiedad.
Además, es crucial, en estas situaciones, buscar apoyo profesional. Un psicólogo o psiquiatra especializado puede diseñar un plan de tratamiento a medida que aborde las particularidades de cada caso, incluyendo el cumplir con una adecuada nutrición, la realización de ejercicio regular y, en ocasiones, la prescripción de medicamentos.
La clave está en reconocer la importancia de cada síntoma, por oculto que parezca, y en abordar la salud de manera holística. Sólo de esta forma es posible desarrollar estrategias sólidas para hacer frente a los retos que los estados de pánico implican y para llevar una vida más serena y controlada.