El tema de la intolerancia a los lácteos es uno que afecta cada vez a más personas. De hecho, según los últimos estudios, se estima que el número de norteamericanos que sufren de esta condición, conocida como Intolerancia a la Lactosa (I.L.) ha aumentado en los últimos años. La I.L. es una condición que implica la capacidad reducida de digerir la lactosa, o azúcar de la leche. Siendo el principal síntoma de esta condición el malestar estomacal.
Pero la buena noticia es que, a pesar de que la I.L. es una condición incurable, existen «estrategias para manejarla y alternativas para disfrutar de los lácteos«. Esto significa que la intolerancia a la lactosa no debe impedir que disfrutes de la leche y los derivados lácteos de forma adecuada.
¿Qué causa la intolerancia a la lactosa?
Aunque la causa exacta de la intolerancia a la lactosa aún no está del todo clara, se sabe que la intolerancia se desarrolla luego de la intolerancia a los lácteos de la edad adulta. Esto ocurre debido a que con el tiempo, muchas personas pierden la capacidad de producir una enzima especializada que descompone los bloques de azúcares de la leche. Como resultado, los lácteos no son adecuadamente digeridos, dando como resultado el malestar estomacal.
Los principales factores de riesgo para desarrollar I.L son la genética, la edad y la dieta. Se cree que personas de origen asiático o afro-caribeño tienen un mayor riesgo de desarrollar I.L. Además, las personas mayores también suelen tener un mayor riesgo de padecer de intolerancia. Los bebés, por el contrario, son menos propensos a desarrollar I.L ya que tienen una enzima específica para la digestión de la lactosa.