Es uno de los platos más emblemáticos de la astronomía italiana, pero no solo es un alimento mundialmente popular, sino que además ha sido reconocida por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Esta distinción, otorgada en 2017, subraya la importancia cultural y social, especialmente en Italia, donde se prepara con una tradición que data de siglos. En su forma más clásica, ha trascendido fronteras y se ha convertido en un símbolo de la comida rápida global, pero su esencia sigue siendo la misma: una masa sencilla, salsa de tomate fresca, queso y una variedad infinita de ingredientes que se combinan para dar lugar a una de las más saboreadas en todo el mundo.
Una pizzería típica, ya sea en Nápoles o en cualquier otra ciudad global, no solo es un lugar para disfrutar de un buen plato, sino también un espacio de encuentro social. Estos negocios han evolucionado y se han adaptado a los gustos locales, incorporando ingredientes autóctonos o creando variaciones modernas, pero siempre respetando los principios fundamentales de la receta original. La tradición napolitana, por ejemplo, sigue un proceso artesanal riguroso: una masa que debe ser trabajada a mano, tomates San Marzano y mozzarella de búfala, cocida a la perfección en horno de leña. Cada pizzería se convierte, de alguna manera, en un templo donde este arte se transmite de generación en generación.
La magia comienza con la masa, un sencillo, pero esencial punto de partida donde harina, agua, levadura y sal se combinan para formar la base perfecta. La mozzarella, con su textura cremosa y capacidad para derretirse uniformemente, aporta ese toque inconfundible de suavidad y sabor. Pero el verdadero secreto está en el horno, especialmente si es de leña, donde las altas temperaturas transforman estos ingredientes en una obra maestra culinaria. En este proceso, la química juega un papel fundamental hasta crear una armonía de sabores y texturas que convierten a la pizza en una creación única.
La UNESCO, al reconocer su arte, no solo celebra la calidad de los ingredientes y la técnica culinaria, sino también la tradición social que gira en torno a este platillo. Degustar una porción no es solo una experiencia gastronómica, sino también un acto cultural, una forma de compartir momentos con amigos y familia. Este carácter social se ve reflejado en el Día Mundial de la Pizza, que se celebra cada 9 de febrero. En esta fecha, negocios de todo el mundo ofrecen promociones, eventos especiales y actividades para rendir homenaje a esta deliciosa comida. Esta celebración invita a todos a rendir homenaje a un plato que ha reunido a generaciones de personas alrededor de una mesa.
Lo que hace aún más especial este día es el hecho de que es un alimento universal. Aunque sus raíces están profundamente ancladas en Italia, ha logrado adaptarse y ser reinterpretada en diversas partes del mundo. Desde la tradicional margherita hasta versiones innovadoras como la de piña, las combinaciones de ingredientes son casi infinitas. Se ha convertido en un lienzo en blanco, donde chefs y aficionados pueden experimentar con sabores, siempre con la base de una buena masa y un equilibrio entre la salsa y el queso. Esta versatilidad ha sido clave para su éxito global.
“Desde las ligeras y crujientes hasta masas más esponjosas, este platillo ha conquistado un lugar especial en la mesa, combinando la autenticidad italiana con el toque local”, comentan en Lo Zio.
Su preparación no solo involucra la selección de ingredientes de calidad, sino también un conocimiento profundo del proceso de fermentación, la manipulación de la masa y el control preciso del tiempo de cocción. Desde la tradicional napolitana hasta las nuevas tendencias gourmet, las combinaciones son tan vastas como sabrosas. La dedicación y el esfuerzo que se ponen en cada una, ya sea en un comercio local o en una cocina casera, reflejan el amor y la pasión que los cocineros tienen por este arte culinario.