El pan blanco, ese alimento omnipresente en nuestras despensas y mesas, se ha convertido en un básico en la mayoría de las culturas. Su sabor familiar y su versatilidad lo hacen ideal para acompañar innumerables comidas. Sin embargo, ¿qué ocurre con nuestro organismo cuando lo consumimos de forma regular? ¿!– /wp:paragraph –>
2La fibra: un elemento vital que se pierde en el camino
La fibra, esencial para una digestión saludable, se pierde en gran medida durante el proceso de refinación de la harina. El pan blanco carece de fibra dietética, lo que puede ocasionar diversos problemas digestivos.
La fibra es crucial para regular el tránsito intestinal, previniendo el estreñimiento y favoreciendo la eliminación de toxinas. Su ausencia en el pan blanco puede generar un ritmo intestinal irregular, provocando diarrea, inflamación abdominal y malestar general.
La fibra no solo facilita la digestión, sino que también contribuye a la sensación de saciedad, evitando que sientas hambre con facilidad. Al carecer de fibra, el pan blanco, aunque sea calórico, te llena menos, lo que puede llevar a un consumo excesivo y a un aumento de peso.