En el universo de los felinos domésticos, la sutileza es una constante. Lo que para muchos puede pasar inadvertido, en el lenguaje corporal de un gato puede esconder todo un abanico de señales que indican desde bienestar hasta malestar extremo. Diferenciar entre un comportamiento idiosincrásico y una verdadera muestra de estrés no es tarea sencilla, no obstante, es imprescindible para asegurar la salud y felicidad de nuestros pequeños compañeros de cuatro patas.
Como periodista con amplios años dedicados al análisis y la divulgación en el ámbito digital relacionado con la vida animal y especialmente los gatos, he recabado y contrastado información con expertos en etología felina, veterinarios y cuidadores para formar este compendio. En esta ocasión, nos enfocaremos en identificar las señales que nos indican que un gato podría estar pasando por un período de estrés y cómo este puede manifestarse en su conducta diaria.
IDENTIFICANDO LA ANSIEDAD FELINA
La idea de que los gatos son seres independientes y poco afectuosos es un mito que lleva tiempo derribándose. La realidad es que los felinos forman lazos fuertes con sus entornos y canales emocionales que, cuando se ven alterados, pueden derivar en estrés. Los signos pueden ser variados y a menudo sutiles. Una vigilancia atenta es clave para detectar esos cambios en el comportamiento que nos hablan de su estado psicológico.
En primer lugar, un gato estresado puede experimentar cambios en sus hábitos de aseo. Un gato que se excede en el acicalamiento, lamiéndose hasta causarse calvas o lesiones, muy probablemente esté trasladando su ansiedad de esta manera. Por otro lado, el descuido de su higiene también es una llamada de atención; un gato que habitualmente se mantiene limpio y de repente lo ignora, necesita atención.
Los cambios en el apetito son otro indicador para estar alerta. Ya sea que el gato coma menos o más de lo normal, y especialmente si esto se combina con otros comportamientos anómalos, puede estar sugiriendo que algo no va bien. Adicionalmente, el uso de la bandeja de arena puede verse alterado. Un gato estresado puede evitarla, realizar sus necesidades fuera de ella o incluso marcando con orina diversas zonas de la casa como señal de inseguridad.
También hay que observar las interacciones sociales. Un cambio hacia el aislamiento o agresividad puede ser indicativo de malestar. Un gato que antes disfrutaba de la compañía y ahora evita el contacto o viceversa también puede estar sintiendo ansiedad. Las señales pueden incluir desde bufidos y siseos hasta un aumento de la tendencia a ocultarse.
LENGUAJE CORPORAL Y VOCALIZACIONES
El lenguaje corporal de nuestros amigos felinos a menudo es un libro abierto para quien sabe leerlo. Prestemos atención a la posición de sus orejas, cola y bigotes. ¿Están las orejas aplastadas hacia atrás constantemente? ¿Tiene la cola baja o la mueve bruscamente? ¿Sus bigotes están retraídos? Estas pueden ser señales claras de un estado de alerta o ansiedad.
Las vocalizaciones también nos dicen mucho. Un gato que maúlla más de lo usual, especialmente si estos maullidos son más agudos o fuertes, está tratando de comunicarnos algo. En algunos casos, estos sonidos pueden estar vinculados al aburrimiento o a la petición de atención, pero también pueden ser un signo de incomodidad o ansiedad que no debe pasarse por alto.
Un cuerpo rígido y una mirada intensa y fija también pueden ser indicativos de estrés. En un entorno doméstico donde los gatos suelen estar relajados, una postura tensa es una señal de alarma. Además, un gato que se sobresalta fácilmente ante estímulos rutinarios puede estar pasando por una etapa de mayor sensibilidad emocional.
Finalmente, no podemos obviar la importancia del ronroneo. Aunque habitualmente asociado con la felicidad, el ronroneo también es una herramienta que los gatos utilizan para calmarse y puede ser una señal de que están intentando autoconsolarse ante una situación de estrés.
FACTORES DESATADORES Y PREVENCIÓN
Identificar el origen del estrés es crucial para poder intervenir de manera efectiva. Las causas pueden ser múltiples: desde cambios en el entorno, como la llegada de un nuevo miembro a la familia (humano o animal), mudanzas, o renovaciones del hogar, hasta problemas de salud subyacentes que son agudizados por el estado emocional del gato.
Es fundamental ofrecer un ambiente estable y predecible. Los cambios bruscos pueden perturbar tremendamente el bienestar emocional del gato. Establecer rutinas, proveer espacios seguros y altos donde puedan refugiarse, asegurar una nutrición adecuada y proporcionar estimulación mental y física son acciones preventivas y terapéuticas de gran impacto.
La socialización temprana y la educación en el manejo del estrés también juegan un papel preponderante. Exponer a los gatos desde pequeños a diferentes personas, animales y situaciones puede ayudar a que sean más resilientes en el futuro. Además, es importante ser observadores y empáticos respecto a las necesidades de nuestros gatos; interpretar sus señales y actuar en consecuencia.
EN BUSCA DEL EQUILIBRIO: ENTORNO Y ADECUACIÓN
La convivencia con un felino no se limita a proporcionar cuidados básicos como alimento y techo; se extiende a la creación de un entorno adaptado a sus instintos y necesidades naturales. Los gatos, pese a su domesticación, conservan rasgos comportamentales de sus ancestros que deben ser comprendidos y respetados para garantizar su estabilidad emocional. La disposición de espacios verticales para escalar, rascadores que les permitan afilar sus garras, y juguetes que estimulen su instinto cazador son elementos que contribuyen a su bienestar.
La ubicación estratégica de las áreas de descanso y alimentación también son fundamentales. Un gato estresado podría no comer si su tazón se halla en una zona de mucho tránsito o ruido. Por ello, es importante proporcionar rincones tranquilos y apartados, que les ofrezcan seguridad y les permitan observar su entorno desde un lugar seguro. No debemos subestimar la influencia del lugar de descanso en la salud mental del gato; estos deben ser serenos y confortables.
En cuanto a la socialización, hay que considerar que cada gato tiene su propia personalidad y límites. Respetar su espacio y su ritmo es vital. Forzar a un gato temeroso o ansioso a interactuar puede ser contraproducente. A veces, basta con estar presente sin interactuar directamente, permitiendo que el gato tome la iniciativa en el contacto cuando se sienta cómodo.
Además, el acceso al aire libre, siempre que sea seguro, puede ser enriquecedor para los gatos. Los que pueden explorar patios o jardines cercados suelen mostrarse más relajados. No obstante, hay que tener cuidado de protegerlos de posibles peligros como el tráfico o animales más grandes, por lo que la supervisión humana o entornos controlados son imperativos.