En el universo de las mascotas, los felinos ocupan un lugar especial. A menudo se piensa que debido a su naturaleza independiente, los gatos no sufren el mismo estrés que los perros o que los humanos. Sin embargo, esta es una concepción errónea. Los felinos pueden experimentar tensiones y problemas que en muchos aspectos se asemejan a los ‘humanos’. Mi experiencia abarcando temas de ciencia y salud animal me permite afirmar que reconocer estos signos resulta fundamental para garantizar el bienestar de estos animales.
En este artículo nos adentraremos en el fascinante y complejo mundo de la psicología felina. Abordaremos cómo los gatos pueden mostrar síntomas de estrés o enfermedad, a menudo manifestados de maneras que a primera vista pueden parecernos extrañamente humanas. Al comprender mejor a nuestros compañeros de cuatro patas, podremos proporcionarles una vida más plena y saludable. Así, vamos a detallar cómo reconocer estos problemas, y qué medidas podemos tomar para aliviar el malestar de estos queridos miembros de la familia.
SIGNOS DE ALERTA EN TU FELINO
Los gatos comunican su malestar de maneras sutiles, y es nuestra responsabilidad como dueños y amantes de los animales interpretar estos signos. Un primer indicador puede ser un cambio en su comportamiento habitual: un gato que siempre ha sido sociable y que de repente busca estar solo, podría estar señalando que algo no está bien. Del mismo modo, un gato que se esconde más de lo normal o que ha dejado de asearse puede estar estresado o enfermo.
La alteración en los patrones de alimentación también resulta un claro indicador. Un gato que come menos o que, por el contrario, come de manera compulsiva, puede estar experimentando ansiedad o alguna dolencia física. Igualmente, si observamos cambios en el uso de la bandeja de arena -si va más o menos de lo habitual, o si observamos diarrea o estreñimiento- podrían ser señales de que algo va mal en su salud.
El lenguaje corporal de los felinos es particularmente revelador. Las orejas hacia atrás, la cola baja o erizada, y los bigotes aplanados hacia el rostro son señales clásicas de un gato bajo estrés o amenaza. Un incremento en la vocalización, como maullidos más frecuentes o en tonos fuera de lo común, también pueden ser una forma de comunicar malestar o la necesidad de atención.
PROBLEMAS ‘HUMANOS’ DEL COMPORTAMIENTO FELINO
Podemos tender a pensar en nuestros gatos como pequeños humanos, y aunque ello puede llevarnos a equivocaciones, hay comportamientos ‘humanos’ que también se manifiestan en nuestros felinos. Por ejemplo, la ansiedad por separación puede afectar a los gatos cuando se ven forzados a separarse de sus dueños por largos periodos. Este fenómeno es similar al que podrían experimentar los niños pequeños y puede manifestarse en acciones destructivas, en la eliminación fuera de la bandeja de arena, entre otros.
El estrés crónico en gatos, similar al que podríamos padecer nosotros, puede desencadenar trastornos compulsivos como el lamido excesivo o la agresión redirigida. A veces, un gato puede atacar a otro gato de la casa sin motivo aparente, comportamiento que puede ser consecuencia de una acumulación de estrés y ansiedad.
Incluso problemas como la obesidad son comparables en humanos y felinos. La falta de actividad física y una dieta inadecuada pueden llevar a nuestros gatos a sufrir de sobrepeso, con los consiguientes problemas de salud que ello acarrea. Aquí la prevención y el establecimiento de una rutina saludable de ejercicios son clave, tanto para humanos como para gatos.
ESTRATEGIAS PARA UN FELINO FELIZ Y SALUDABLE
Identificar el problema es el primer paso, pero ¿qué podemos hacer para mejorar la situación de nuestro amigo felino? En primer lugar, proporcionar un entorno estimulante es esencial. Los gatos necesitan espacio para explorar, trepar y jugar. Juguetes interactivos, rascadores y torres para gatos pueden ayudar a mantener su mente ocupada y su cuerpo activo, reduciendo los niveles de estrés y promoviendo una salud óptima.
La alimentación es otro pilar fundamental de la salud felina. Una dieta equilibrada, ajustada a las necesidades específicas de cada gato en función de su edad, estado de salud y nivel de actividad, es vital. Y no hay que olvidar el agua; mantener una fuente de agua fresca y corriente puede incentivar a su gato a beber más y mantenerse hidratado.
Finalmente, la atención veterinaria regular es imprescindible. Un control rutinario puede detectar precozmente señales de enfermedad que podrían pasar desapercibidas para nosotros. Además, el profesional podrá aconsejarnos sobre las mejores prácticas de cuidado y manejo del estrés para nuestro gato.
RECONOCER Y TRATAR EL ESTRÉS AMBIENTAL
El entorno en el que vive un gato puede ser una fuente constante de estrés, especialmente si no se cumplen sus necesidades etológicas básicas. Los felinos son animales territoriales y sensibles a los cambios. Una mudanza, la llegada de un nuevo miembro a la familia (sea este humano o animal), o incluso la modificación del mobiliario en la casa, pueden generarles ansiedad. Es necesario, por tanto, introducir cualquier cambio de manera gradual y siempre ofrecer un ‘refugio seguro’ al que el gato pueda retirarse si lo necesita.
Además, es importante ser conscientes de los estímulos sensoriales en el hogar. Los ruidos fuertes, olores penetrantes o una iluminación inadecuada pueden generar malestar en el sensible universo perceptivo de un felino. Por ello, es fundamental mantener una atmósfera hogareña que respete su sensibilidad, con lugares de descanso tranquilos, acceso controlado a estímulos exteriores y minimizando las fuentes de estrés auditivo y olfativo.
La introducción de rituales diarios también puede ser de gran ayuda. Los gatos aprecian la rutina porque transmite seguridad. Establecer horarios fijos para la alimentación, el juego y el descanso puede hacer maravillas para un felino ansioso. El ritual de juego, por ejemplo, no solo fortalece el vínculo entre el gato y su cuidador, sino que le permite desahogar instintos de caza y acumulación de energía, contribuyendo a su equilibrio emocional.
LA IMPORTANCIA DE EL ENRIQUECIMIENTO COGNITIVO
El aburrimiento no es un mal menor en la vida de un gato. La falta de estímulos adecuados puede llevar a problemas de comportamiento e incluso de salud. Afortunadamente, el enriquecimiento cognitivo puede ser un recurso valioso. Se trata de crear un entorno que desafíe mentalmente al gato y le permita utilizar sus habilidades naturales. Escondites de comida que exijan al gato ‘cazar‘ sus golosinas, juguetes interactivos que imiten el movimiento de presas potenciales, y superficies variadas para rascar y marcar territorio son solo algunas ideas.
En el enriquecimiento también entra la posibilidad de entrenamiento. Si bien es un concepto más asociado con los perros, los gatos son igualmente capaces de aprender comandos y realizar trucos mediante el refuerzo positivo. Este tipo de interacción no solo estimula al gato física y mentalmente, sino que también puede ayudar a mitigar conductas indeseadas y fortalecer el vínculo entre el animal y su cuidador.