El aire acondicionado ha sido una de las soluciones más populares para combatir el calor en época de verano, especialmente para dormir.
Durante años, ha sido un aliado eficaz para quienes desean mantener una temperatura fresca y agradable en sus habitaciones mientras descansan. Sin embargo, a pesar de sus beneficios, es esencial tomar precauciones y considerar ciertos riesgos que pueden conllevar su uso prolongado, especialmente durante la noche.
Riesgo de resequedad en la piel y las vías respiratorias
El aire acondicionado extrae la humedad del ambiente para enfriar y refrescar el aire. Esta humedad se transporta fuera del cuarto, lo que puede conducir a la deshidratación del aire y una delgada capa de resequedad.
La resequedad del aire puede generar problemas como irritación en la piel y los ojos, labios agrietados, garganta seca, entre otras situaciones. En casos extremos, esta situación puede favorecer la aparición de eczemas y dermatitis.
Asimismo, la inhalación de aire demasiado seco puede causar resequedad en las vías respiratorias, causando congestión nasal y sequedad en la garganta, lo que puede agravar los síntomas de patologías respiratorias, como el asma y la sinusitis.
En este sentido, es recomendable utilizar el aire acondicionado con moderación y, de ser posible, optar por un humidificador. Este dispositivo es capaz de aumentar la humedad en el aire, previniendo la sequedad en la piel, los ojos y la garganta.